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Ejército de borrachos

Ana Beltrán, presidenta del Partido Popular navarro y ex-empresaria vinícola.

Vivimos tiempos convulsos, de eso no cabe duda. El Estado se rompe por efecto de dos fuerzas reaccionarias de idéntica intensidad pero de signo contrario. El choque de trenes amenaza con romper en pedazos absolutamente todo, y lo hace ante la impotente mirada de aquellos que pensamos que una tercera vía es posible para solucionar el conflicto.

Pero sea como fuere, el choque de trenes todavía no ha ocurrido, aún queda tiempo. A pesar de ello, a pesar de esa tibia esperanza, una de las cosas que peor llevo en toda esta crisis es la exaltación lingüística de los políticos durante los últimos días. Unos vienen y hablan de golpe de Estado y, por tanto, de golpistas y mencionan a los cómplices del separatismo; otros van y enuncian la existencia de una dictadura —para ser justos con ellos, también la de una república, if you know what I mean—, hablan de presos políticos y equiparan la situación con el Franquismo. Oigan, no, pongamos los puntos sobre las íes. Dejen a un lado la hipérbole y el verbo alcohólico y céntrense. El país les demanda responsabilidad y ustedes solo dan motivos a los historiadores del futuro para sentir bochorno. Cuenten hasta tres y piensen dos veces lo que van a decir primero. Aunque me temo que eso será mucho pedir para ustedes. Dada la polarización binaria de las posiciones defendidas, parecería que a muchos solo se les permitiese contar hasta 1. O mejor dicho, en término de 0 o 1.

Reguero de salidas de tiesto en el PP.


El anuncio de las medidas propuestas por Rajoy para dar cuerpo al 155 ha tenido un efecto deleitoso y, ciertamente, desinhibitorio en el PP, como cuando te pasas con la bebida en una boda y acabas diciendo cosas de las que acabarás arrepintiéndote en futuras cenas navideñas. Idéntico ejercicio de relajación lingüística han practicado desde las filas independentistas, pero el caso del Partido Popular es más notorio por cuanto no se ha circunscrito a una sola región del territorio.

Y es que en apenas cuatro o cinco días se han producido tres declaraciones intempestivas por parte de representantes populares. El jueves, las primeras de ellas. Ese día trascendían unas palabras del delegado del Gobierno Central en Castilla-La Mancha, José Julián Gregorio, que no iban a pasar desapercibidas para nadie. En un arrebato de espontaneidad beoda, el delegado se arrancaba con un "está pidiendo a gritos el artículo 155 de la Constitución" en referencia, nada más y nada menos, que al presidente de la Comunidad, el socialista Emiliano García-Page. El gracejo habría estado motivado por la crítica al negligente estado en el que se encuentrarían las cuentas de la Comunidad y que haría deseable para Page, siempre según el delegado, que Rajoy se hiciese cargo de los problemas. La chirigota también estaría dedicada a los socios de Page, los "separatistas" de Podemos. En definitiva, un festival de artillería alcohólica el que dejó tras de sí el representante popular.

José Julián Gregorio, a la izquierda, delegado del Gobierno en Castilla-La Mancha.

El segundo en mojar la tapa del váter ha sido Alfonso Alonso unos días más tarde, el domingo, en un acto de su partido. El político vitoriano dijo que Euskadi reúne los mismos ingredientes políticos que Catalunya, por lo que concluyó que no sería extraño que llegásemos "a la misma situación, a la misma posición, y por lo tanto al mismo desafío y al mismo peligro que se está sufriendo en Cataluña". Y la palabra "desafío" en el contexto de un escenario con vascos de por medio es para echarse a temblar...

Un día más tarde, ayer, el Parlamento Navarro aprobaba una resolución en la que mostraban su oposición a la aplicación del 155 por entender que "es una decisión inaceptable e inadmisible" dado que "interviene el autogobierno de Catalunya". Estas palabras fueron contestadas por la presidenta del partido Popular vasco, Ana Beltrán. Según la representante popular, la declaración institucional del parlamento navarro sería "otra infamia" que evidenciaría "su falta de respeto hacia las leyes y la democracia". Y su conclusión fue taxativa: "La actuación del Govern en Catalunya se puede extrapolar a Navarra: ambos gobiernos pretenden que una minoría aplaste a una mayoría no nacionalista". Si se le enseñase a un observador neozelandés las palabras de Beltrán, concluiría que Navarra se rige bajo los principios de segregación del Apartheid. Como mínimo. Navarra, con su capital Pamplona, ya saben, epicentro mundial opusino.

La ciudadanía pide responsabilidad al volante.


Algunas de estas manifestaciones se encuadran dentro del normal discurrir de la actividad parlamentaria. Puede que no sea el proceder más edificante, pero lo cierto es que la política del día a día tiene estas cosas. El campo de batalla político admite lanzamiento de cuchillos, dardos envenenados, jabalinas y misiles tierra-aire. Nada nuevo, por tanto.

Lo que sí es nuevo, sin embargo, es la crisis que actualmente estamos sufriendo, esa que lleva a que vivamos en un constante especial televisivo de política nacional, donde los tiempos de la actualidad discurren a una velocidad infinitamente más rápida que los tiempos de la asimilación de esa misma actualidad.

Exaltados al margen, la población está pidiendo prudencia. Cada cual desde sus posiciones ideológicas o de conciencia, pero todos parecen compartir esa premisa. Sin embargo, da la sensación que las fuerzas opuestas que parecen dominar los destinos del Estado están conducidas por sendos kamikazes jaleados por un ejército de borrachos. Nosotros no les estamos diciendo que no beban, solo que lo hagan con responsabilidad. En el contexto adecuado. Por lo que si van a hacerlo, no cojan el volante. Déjenselo a otros.

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