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A Podemos le crecen los enanos

Albano Dante Fachín, secretario general de Podem.

Las últimas horas en Podemos han sido bastante convulsas. La dirección estatal se ha visto obligada a intervenir la dirección del partido en Catalunya tras una serie de hechos que se remontan a la jornada del viernes en el Parlament, en la que se proclamó la Independencia y la república catalana. Según la dirección del partido morado, seis serían los hechos que justificarían la intervención:

1) Podem no habría informado a la dirección de Podemos acerca del sentido de su voto en aquella sesión, hecho que contrastaría con el comportamiento de los diputados de Catalunya en Comú, que sí lo habrían hecho.
2) Tres de los cuatro diputados no habrían votado en contra de la constitución de una nueva república catalana tras la votación en el Parlament.
3) Una de las diputadas de Podem no habría votado en contra de la declaración de Independencia.
4) El reconocimiento de la nueva república catalana por Anticapitalistas, corriente mayoritaria en el consejo ciudadano de Podem.
5) Las declaraciones de Dante Fachín, secretario general de Podem, siendo partidario de formar un bloque con otras fuerzas políticas (independentistas).
6) La dirección de Catalunya en Comú comunicó su negativa a formar coalición con fuerza independentista alguna.

Estos hechos, según la dirección de Podemos, habrían dañado profundamente la imagen del partido en todo el Estado, poniendo en tela de juicio su postura ante el conflicto catalán. Por ello, en las últimas horas, Pablo Iglesias ha tenido que salir al paso para dejar clara, por enésima vez, la postura del partido ante el problema catalán: rechazo a la declaración unilateral de Independencia y referéndum pactado.


Llueve sobre mojado.


Esta marejada en Podemos ocurre en mitad de una crisis en Catalunya que ha servido para que sus adversarios los hayan acusado de cómplices del separatismo, cuando no directamente de partidarios del independentismo. Estas acusaciones, claramente exageradas, no esconden, sin embargo, el negligente desempeño de Podemos en la comunicación de sus ideas. En ese sentido se expresaba Carolina Bescansa la semana pasada cuando dijo aquello de que "a mí me gustaría un Podemos que le hablase más a España y a los españoles y no solo a los independentistas", tras ser cesada como miembro de la comisión parlamentaria para el estudio de la reforma constitucional.

Dos errores básicos.


Podemos, en mi opinión, ha incurrido en dos errores básicos, en cierta forma relacionados. El primero de ellos, más de comunicación, hace referencia al énfasis del partido morado en achacar la mayor parte de las culpas del conflicto catalán a hombros del Partido Popular. Todas las intervenciones de Iglesias, Montero, Mayoral y todos los demás comenzaban con un rechazo del camino emprendido por los independentistas para pasar, de forma rápida y furtiva, a una retahíla de reproches al Gobierno. De la misma manera, el énfasis puesto en la defensa del derecho a decidir como derecho social básico y no tanto en su rechazo de la independencia ha tenido el indeseable efecto de que su discurso se haya mimetizado con el de los independentistas. En esto hay cierta manipulación interesada, pero también cierta suerte de impericia. Cierta manipulación porque los medios de comunicación, habilmente, tienden a hacer coincidir cualquier manifestación a favor del derecho a decidir con la defensa de la Independencia para el territorio en cuestión. Impericia, sin embargo, porque no se ha sido consciente de ese hecho. Este proceder contrasta con el de otros políticos de Unidos Podemos que, como Alberto Garzón, han sido mucho más tajantes en afirmar su rechazo a la independencia de Catalunya, a pesar de que también ellos son partidarios del derecho a decidir. Esta crítica, a su vez, converge con la expresada con Carolina Bescansa cuando hablaba de que quería un podemos que le hablara más a España, un Podemos, a fin de cuentas, que no dé pie a que su discurso pueda ser mimetizable con el independentista. Y a todo esto no ayudó que Podemos entendiera el referéndum del 1-O como una movilización más que como lo que era: un órdago a mayor al Estado.

Carolina Bescansa

El segundo error, más de estrategia, ha tenido que ver con el posicionamiento en contra ante la aplicación del artículo 155 y las deficientes explicaciones al respecto. Es cierto que Podemos ha sido coherente en ese sentido ya que siempre ha manifestado su rechazo frontal a utilizarlo. Pero al mismo tiempo, ¿qué podría haber hecho el Estado una vez que el Parlament proclamó la república catalana unilateralmente? Las respuestas de los dirigentes morados, cuando les hacen esta pregunta, suelen tender al enunciado de una genealogía del problema, y argumentan que de haber tenido el mando no habrían llegado al punto de tener que aplicar el 155. Lo cual, naturalmente, es no contestar a la pregunta, pues no se pide contestar a la pregunta sobre qué habría hecho Podemos en los últimos cinco, cuatro o dos años, sino que habría hecho Podemos en los últimos días, horas, del conflicto. En otras palabras, ¿qué habría hecho Podemos cuando Puigdemont decidió romper negociaciones y desconvocar las autonómicas? Me temo que, incluso hoy mismo, Iglesias y los suyos no tienen una respuesta satisfactoria a esa pregunta.

Podemos no se está aplicando un 155 a sí mismo, aunque lo parezca.


Una de las críticas más manidas en las última horas al curso de acción protagonizado por la dirección de Podemos es que la condena de la represión que aplican al Estado no se la aplican a sí mismos. Esto es, que se estarían aplicando un 155 a sí mismos. Esta crítica, a pesar de los nexos de unión existentes entre el proceder de Podemos y el del Estado, obvia un aspecto muy relevante que diferencia ambos acontecimientos.

Cuando en 2015 Junts pel Sí se presenta a las autonómicas con una hoja de ruta donde se expresaba explícitamente la voluntad de convocar un referéndum de independencia y la determinación de construir la república catalana en caso de vencer el sí, no engañaron a nadie cuando la gente les votó. Los problemas a los que el procés ha tenido que hacer frente, legales, no han tenido nada que ver con un quebrantamiento del mandato democrático que los electores les otorgaron. Sin embargo, en el caso de Albano Dante Fachín y la gente de Podem no ha ocurrido así. En ningún momento sus bases les dieron el mandato democrático para votar en el Parlament como lo hicieron o para ofrecer posibles coaliciones electorales a fuerzas no afines. Por ello, la intervención de Iglesias y los suyos es pertinente y, al dar la voz de nuevo a las bases, apacigua una crisis que amenazaba con devorarlos a sí mismos. Pero si esto es así, la diferencia fundamental es que la intervención de Podemos responde a una violación del mandato dado por las bases de Podem a sus dirigentes, algo de lo que no pueden jactarse en Moncloa respecto a la Generalitat y el pueblo catalán.


Podemos no es un partido independentista.


En último término, la crisis catalana ha puesto de manifiesto que la importancia que Euskadi y Catalunya tienen en su estrategia territorial puede pasarles factura en el resto de España. Porque lo que en Euskadi y Catalunya puede ser interpretado como gestos de apoyo al derecho a decidir en el resto del Estado puede ser confundido con lo que no es. Y mucho de eso ha ocurrido en los últimos tiempos.

Podemos es un partido socialdemócrata con un programa en materia social bastante avanzado y cuya apuesta por una España plurinacional resulta chocante para algunos en el resto del Estado, que la confunden con posiciones cuasi-independentistas. Precisamente por ello, Podemos debe ser especialmente celoso de no ser percibido de esa manera. La intervención de Iglesias y los suyos en la dirección de Podem responde a este fin, pero es que, como ha dicho Bescansa en las últimas horas, quien defienda la Independencia en Podemos debe buscarse otro partido. Simple sentido común expresado por alguien que no debería tener demasiados motivos para hablar después de su cese. O todo lo contrario, porque quizá fuese la primera en hacer de agorera de lo que acabaría ocurriendo... con razón.

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