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"No mezclemos política y deporte..."


No he hablado de deporte en este blog todavía, y no creo que vaya a hacerlo muy a menudo, pero hoy haré una excepción. Leo y comento, pues, que ayer Sergio Ramos concedió una entrevista a José Manuel De La Morena en Onda Cero. Ramos no es alguien que se muerda la lengua, y aunque tampoco sea alguien que destaque por su oratoria, nunca defrauda cuando le dan la oportunidad de expresar lo que piensa. El futbolista del Madrid dejó varios titulares interesantes, pero me centraré en el ya clásico "nos equivocamos cuando mezclamos la política y el deporte", que recoge en una nota El Plural, con el que los deportistas nos endulzan los oídos, de vez en cuando, coincidiendo con tiempos donde la política genera más divisiones que otra cosa. No me interesa saber qué más dijo sobre la actualidad de su equipo o su rendimiento personal. En realidad, no me interesa demasiado lo que tenga que decir Sergio Ramos en este preciso instante de la vida del universo, sino solo comentar un poco este tópico conocido ya por todos.

Los deportistas son gente de paz.


Como digo, este tópico es conocido por todos de tantas veces como lo hemos oído. Otra cosa es que sepamos explicar qué quieren decir los deportistas cuando lo utilizan. Quizá debamos preguntarles a ellos, aunque a menudo cuando tienen la oportunidad de explicarse no lo hacen. Simplemente se trata de otro lugar común, al lado de otros como "hay que respetar todas las opiniones", "todos queremos la paz" o "lo importante es participar". Su comodidad explica su profusión, y así muchos deportistas hablan dando saltos como ranas de uno en otro hasta que les toca contestar la próxima pregunta. Su discurso así queda engarzado bajo una humareda de coherencia que en realidad no es otra cosa sino vacuidad.

Pero tampoco seamos muy duros con ellos. Los deportistas no son ni políticos, ni artistas, ni intelectuales cuya voz debamos escuchar con atención para ayudar a explicarnos la realidad que nos rodea. Los deportistas, por el contrario, se parecen más a hombres de paz, porque es a ellos a quienes se asemejan cuando realizan su trabajo y mantienen a miles de personas pendientes de sus éxitos o fracasos, consiguiendo, con ello, que se olviden de sus preocupaciones y problemas. No hay mayor paz que el olvido, y el deporte entendido como espectáculo de masas nos obsequia con esas pequeñas paces momentáneas.


La política como tabú.


Quizá sea por esa razón que a los deportistas no les guste hablar de política. Hablar de política divide más que une, porque no hay frutos en el consenso pero sí victorias y derrotas en el disenso. Porque la política atañe, entre otras esferas de la acción humana, a los valores que nos definen como personas. Porque el debate político es el debate, por tanto, entre identidades. Un debate que es profundo y a menudo doloroso si no se sale victorioso de él y que genera heridas entre amigos y familiares.

Así pues, no es de extrañar que los deportistas no quieran saber nada de todo lo que tenga que ver con mojarse. ¿Para qué? Cualquier gesto en una dirección o en otra significará el rechazo entre una muestra importante de sus seguidores. Y en un mundo, como el deportivo, en el que los contratos publicitarios y las esponsorizaciones están condicionados por la venta de merchandising, que a su vez está determinado por el apoyo de los seguidores, jugar con la política es una mala apuesta. Dañar la identidad de quien te da de comer nunca fue una decisión inteligente.

Cuando la política no es terreno vedado.


Sin embargo, esto no siempre ocurre de la manera descrita. Hay deportistas que a veces se saltan el tabú y opinan explícitamente. Como Rafa Nadal cuando opinó que el referéndum del 1 de octubre no debía producirse. O como cuando Gerard Piqué se manifestó en una de tantas ocasiones a favor de votar en ese mismo referéndum. O como cuando el propio Sergio Ramos en la entrevista que da pie a estas líneas afirma que le da envidia "no poder cantar el himno en los partidos internacionales mirando al cielo." Cada uno tiene sus motivaciones, que diría aquel.


Es curioso, sin embargo, que estas motivaciones casi nunca abarquen la quiebra en los derechos sociales. Con la excepción de Poves o Juan Mata, no recuerdo a ningún deportista de élite en una manifestación o en ningún acto en contra de los recortes en sanidad, educación, dependencia o por la congelación nominal del valor de las pensiones (y que desde 2016 es ya una devaluación en su valor real). Aunque también es posible que ni sepan de estas realidades, paralelas a las suyas personales.

La herencia cultural del "no te metas en política..."


Pero dejando a un lado las excepciones comentadas, que los deportistas no suelen abrir la boca para hablar de política es un hecho. Y es una conducta muy española que se remonta a los tiempos en los que podías ser perseguido por tus ideas políticas. "La política, para los políticos" o "no te metas en política..." eran divisa común en tiempos del generalísimo. El espíritu timorato tendente a alejar la política de las charlas cotidianas supone por ello una rémora, una suerte de residuo de un franquismo sociológico que se resiste a desaparecer y que aún persiste en muchos españoles. Y los deportistas no escapan a esa condición.

Poca cultura democrática.


Pero la idea de que debo callar mis ideas políticas para no ofender a los demás no sólo es una rémora del franquismo, es también una idea infantil. Es infantil porque prejuzga las identidades ajenas —y la propia, por añadidura— como frágiles, sensibles a un daño que la colisión con mis ideas —o las ajenas— puede convertir en irreparable. Por ello, nos hace menores de edad desde un punto de vista democrático.

La democracia solo funciona cuando la gente que compone el "pueblo" participa activamente y se expresa libremente. Y esto significa tanto estar informados, como intercambiar impresiones acerca de lo que ocurre, debatiendo ideas a menudo confrontadas, sin miedo a lastimar o ser lastimados, porque es del debate y del intercambio de ideas de donde la democracia surge y se hace fuerte. Un pueblo enmudecido por decisión propia jamás alcanzará la mayoría de edad democrática. 

Mezclemos política y deporte.


Cuando los deportistas deciden autocensurar sus opiniones políticas puede que lo hagan por una prudencia que quizá no sea desacertada. A fin de cuentas, como hemos dicho, presuponen que sus opiniones pueden ser ofensivas para algunos de sus seguidores, exponiéndose a su pérdida. Por lo que puede que el problema lo tengamos nosotros como sociedad y no ellos. Puede que su autocensura sea producto de nuestra minoría de edad democrática. Pero si esto es así, el cambio debemos hacerlo nosotros como sociedad y, ante todo, como individuos. Nuestras identidades personales no pueden ser tan frágiles como para que una simple idea políticamente contraria amenace con dañarlas. Debemos madurar, debemos hacernos fuertes, porque entonces la democracia será fuerte. Por ello abogo por que la política sea mezclada con el deporte, por que los deportistas se mojen y se expongan, pues será síntoma de una sociedad madura capaz de digerir el disenso racionalmente.

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